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Vicenta Lorca

 Se abre el telón para conocer a una mujer que acompañó a su hijo en su crecimiento artístico y personal en la ficción Lorca, Vicenta. La obra teatral, inspirada en hechos reales, recorre la vida de uno de los autores más influyentes de la literatura española, Federico García Lorca, a partir de las palabras de su madre Vicenta Lorca Romero (Granada, 1870-Madrid, 1959). El origen de la historia es la correspondencia que ambos se intercambiaban, reconvertida en un conmovedor monólogo protagonizado por la actriz Cristina Marcos. “Durante el proceso de documentación, comprobamos que había un personaje tapado en la historia de Lorca, su madre”, explica su director, José Bornás, que estrena la producción en el Teatro Fernán Gómez en Madrid.

Las 34 cartas que se remitieron entre 1910 y 1933 están recogidas en el libro Cartas de Vicenta Lorca a su hijo Federico (2008). El equipo ha profundizado en las biografías de los familiares de Lorca, como la de su hermano Francisco y su hermana Isabel, para descubrir la historia de su madre. Este proceso de investigación se ha materializado en un montaje escénico que recorre la vida del poeta a partir de los últimos días de Vicenta Lorca. “Leyendo las cartas me di cuenta de que ella entendía el mundo de enigmas, dolor, poesía y muerte de su hijo”, revela la actriz que la interpreta.


Las 12 escenas que construyen el relato dirigen al espectador a diferentes localizaciones que marcaron su trayectoria, como Granada, Madrid, Bilbao o Nueva York. José Bornás describe uno de los episodios en el que Vicenta está con una de sus nietas, que está leyendo una de las obras de su tío, el Romancero Gitano: “La pequeña le pide ayuda porque no entiende el significado de una palabra. La abuela se echa a llorar y le dice que, por favor, deje ese libro”. La escena reproduce el recuerdo de su experiencia durante el exilio en la ciudad neoyorquina.

La historia está ambientada en la casa que Vicenta habitaba después del exilio en Nueva York. La escenografía rememora la finca familiar en el municipio madrileño de Meco, cerca de Alcalá de Henares, donde ella residió tras su regreso a España. Una mecedora, un pupitre y una pizarra construyen la acogedora puesta en escena, que cuenta con elementos dispuestos como retazos de la vida de la madre del dramaturgo.


La escena sucede en una secuencia retrospectiva en el tiempo en la que ella rememora sus vivencias desde que era joven. La madre trabajó como maestra hasta que se casó con el padre de Federico. En la obra se representa su etapa como profesora, desde el momento en el que recibe el contrato hasta el último día que da clases a las niñas en la escuela pública de Fuente Vaqueros en Granada, su ciudad natal. “En esa época las mujeres no podían seguir siendo maestras cuando se casaban”, explica Bornás.


Ella fue la segunda esposa de Federico García Rodríguez, que quedó viudo de Matilde Palacios, de la que heredó bienes considerables. Vicenta y Federico tuvieron cinco hijos: Federico, Francisco, Isabel, Concha y Luis, que falleció cuando era un bebé. A través de un diálogo poético se vislumbran detalles de la personalidad de la madre: “Quiero a todos mis hijos por igual, pero a Federico ¿cómo no voy a tenerle siempre en el pensamiento si mi vida ha sido leerle, animarle, regañarle y padecer con él?”, versiona la actriz que protagoniza la ficción, Cristina Marcos.

La actriz barcelonesa, de 58 años, debutó hace más de dos décadas en la obra Así que pasen cinco años, dirigida por Miguel Narros, en el Teatro Español de Madrid. La última obra de teatro en la que participó fue Diálogo del amargo de Francisco Suárez, en la que hacía el papel de una sobrina de Lorca. Esta vez regresa al universo del escritor andaluz, en el papel de Vicenta en una obra emotiva con dramaturgia de Itziar Pascual, Yolanda Pallín y Jesús Laiz.


Las tres voces de la dramaturgia convergen para romper el silencio y poner en valor la figura materna en una ficción que la caracteriza como una mujer noble, cariñosa, familiar, creyente, tenaz, responsable, y protectora. El montaje incluye un espectáculo de títeres, música en directo y proyecciones audiovisuales en las que Lorca se presenta en múltiples formas. Artistas como Miguel Rellán, Elisa Matilla, Manuela Paso o Ángel Ruiz interactúan con la propia Vicenta como trasuntos de Lorca. Ataviados con una pajarita y un chaleco, los intérpretes deleitan con poemas de Lorca y fragmentos de las cartas que escribía a su madre.


Autora: PATRICIA SEGURA


Lorca, Vicenta. Cuándo: de martes a sábado a las 20.30 y domingos a las 19.30 del 3 al 27 de febrero DE 2022.. DóndeTeatro Fernán Gómez (Plaza de Colón,)

¿El sexo biológico es una variable dicotómica?

 “El género no se elige, ni la edad, como si fueras al supermercado”

Los psicólogos y profesores José Errasti y Marino Pérez critican la doctrina ‘queer’ y la autodeterminación de género en su libro ‘Nadie nace en el cuerpo equivocado’

Entrevista realizada por Berna González Harbour.



He aquí un par de profesores de Oviedo, —“dos psicólogos de izquierdas”, dicen—, que han revolucionado el debate sobre la cuestión trans con un libro frontalmente crítico con la autodeterminación de género y una ideología queer que ha construido lo que llaman una nueva ortodoxia retrógrada. Nadie nace en el cuerpo equivocado (Deusto) defiende que el sentimiento no puede ser el criterio para una decisión de largo recorrido como el cambio de sexo. José Errasti y Marino Pérez (Asturias, 1964 y 1952) se han metido en un buen jardín.





Pregunta. ¿Es posible la autodeterminación de género?

Errasti. La idea de entrada es sospechosa de retórica metafísica. El género tiene que ver con estereotipos sexuales, con una construcción social que respiramos desde que nacemos y no se autogenera, no se autocrea. Por eso es una idea retórica y demagógica, un eslogan que suena bien, pero que no es defendible en el ámbito académico.

P. ¿La identidad de género existe?

Pérez. Existe, cada persona tiene su autoconcepción, su identidad de género, pero esto no significa que se haya creado de la nada o libremente, sino que tiene muchas influencias biológicas y sociales que nos influyen antes de hablar, de tener conciencia y de poder decidir. Por eso la autodeterminación de la identidad es un espejismo, como si se eligiera en un supermercado. Tampoco podemos autodeterminar nuestra edad, por ejemplo, como intentó un ciudadano holandés que pretendió quitarse 20 años porque se sentía joven y lo rechazó un tribunal.

P. ¿Alguien puede aclararme qué es género y qué es sexo?

Errasti. Ahí está la clave. El sexo tiene que ver con la función reproductora de la especie humana, muy parecida a casi todas las demás especies animales. La reproducción en los humanos es binaria, hay personas que producen espermatozoides y otras, óvulos. Luego, socialmente, los dos sexos se han revestido de un constructo político, cultural y simbólico que dice cómo comportarse mucho más allá de la reproducción. Y eso es el estereotipo sexual, ahora llamado género. Y mientras que todos somos binarios en el sexo, nadie lo es en el género, porque nadie se ajusta al 100% al estereotipo sexual. Yo no soy Chuck Norris o Schwarzenegger. Mientras que el sexo es binario, el género no lo es. De hecho, todos somos transgénero, no hay nadie que no lo sea, nadie que mimetice el género al 100% y se exprese exactamente como lo indicarían los estereotipos sexuales. Entre los dos extremos todos estamos en medio. En el sexo, sin embargo, no caben intermedios. No cabe medio fecundar, medio gestar.

Pérez. El problema es tomar el sentimiento como criterio, como una evidencia que la sociedad deba asumir. Los sentimientos pueden ser pasajeros, estar influenciados y no el fundamento de algo tan importante como la identidad de género. No deberían ser la base de decisiones de largo corrido.

P. Critican los cursos que reciben los niños sobre el tema. ¿Son nocivos?

Errasti. Son contraproducentes, como lo sería un curso de terraplanismo a los niños o algo por el estilo. Se les está diciendo que el sexo lo puede autodeterminar la persona, que depende de cómo se sienta. Si habláramos del sentimiento de ser blanco, o de ser negro o de autodeterminación de la etnia nos horrorizaría. Y esto se les está contando a niños cándidos de cinco o seis años.

P. ¿Creen en lo no binario?

Errasti. Sí, sí. El género no es binario, es continuo. Todos estamos en medio, todos somos no binarios, todos somos transgénero.

Pérez. Lo que no es no binario es el sexo.

Errasti. Se habla de ser no binario con una aureola de sofisticación, cuando lo somos todos. No conozco a nadie que no sea no binario, en el género, en el estereotipo. No conozco a ninguna Barbie ni a Ken. Dicen: “Soy un fluido”. ¡Claro, como todo el mundo! Como yo y como el vecino y el 100% de las personas. Y decirle a la gente que no es especial y diferente irrita mucho.

P. ¿Ven arrepentimientos en los cambios de sexo?

Pérez. Se están viendo ya muchos casos de personas, generalmente chicas, que han hecho diversas fases de transición y a los 18 o 20 ven que no se han resuelto los problemas por los que la hicieron. Se arrepienten y quieren ser destransicionistas, retornar los pasos dados, pero muchos de ellos son farmacológicos o quirúrgicos con consecuencias irreversibles.

P. Dedican el libro a sus alumnos “con la esperanza de que encuentren un espacio inseguro para sus ideas”. ¿Cómo les ven?

Errasti. El nuevo discurso se presenta como vanguardista y tiene un componente narcisista subjetivo e irracional muy propio de la sociedad en la que estamos. Los veinteañeros han nacido ya sumergidos en publicidad, alguien les está intentando vender algo las 24 horas al día. Y la publicidad se basa en la alabanza del consumidor, de su narcisismo, y en la proclamación de que sus deseos son derechos y que tienen derecho a que el mundo se adapte a sus deseos. El “yo” es el criterio de todas las cosas y el resto del mundo debe adaptarse. Por eso en los chavales jóvenes ha calado más este error conceptual respecto al sexo, este error identitario. Al final, es el movimiento más retrógrado y el que más atenta contra el feminismo de las últimas décadas. Bajo las banderas de la gran vanguardia se está ocultando el sexismo más rancio de toda la vida.

P. ¿Les escuchan?

Errasti. Hay de todo. Pero una tarde cualquiera en cualquier plaza hay millones de chicas comiendo pipas hablando de qué son: agénero, fluida, si fulana ha transicionado, si yo siento que no encajo… La adolescencia es una etapa muy narcisista y el abanico que se les abre de posibilidades, de pronombres y palabras nuevas es muy atractivo.

P. ¿Es más transgresor ser queer o ser crítico con lo queer?

Pérez. La ideología queer ha pasado de ser transgresora a construir una nueva ortodoxia, y no abrazarla lleva asociada la acusación de transfóbico, un castigo muy temible. Y lo verdaderamente transgresor es ser crítico con la teoría queer. Nosotros lo hemos hecho y nos encontramos con la sorpresa de que la transgresión está siendo bien recibida. Muchos piensan que es progresista y liberadora y en realidad es retrógrada y opresora.

P. ¿También predarwiniana, como han dicho?

Errasti. Sí, porque parece que el sexo no tuviera que ver con la reproducción, que es una característica biológica caprichosa. Para ellos los ojos sirven para ver, el estómago para hacer la digestión, los pulmones para respirar, y el sexo, unos atributos caprichosos que nos ha concedido la naturaleza y que están desvinculados de cualquier función. En ese sentido es predarwiniano.


Publicada en El País el 10 de marzo del 2022.