En su tiempo, los antiguos poemas
heroicos se cantaban, las chansons de de
geste se recitaban, y, probablemente,
todavía la antigua epopeya cortesana se
leía en público; pero la novelas de amor y de aventuras se escriben para la lectura privada, sobre
todo de las damas. Se ha dicho que este predominio de la mujer en la composición del público lector ha sido
la modificación más importante acaecida en la historia de la literatura occidental.
Pero tan importante como ella es para el futuro la nueva forma de recepción del
arte: la lectura. Sólo ahora, cuando la poesía se convierte en lectura, puede su
disfrute convertirse en pasión, en necesidad diaria, en costumbre. Ahora, por vez
primera, al convertirse en “literatura”,
el disfrute de la poesía no está
restringido ya a las horas solemnes de la vida, a las ocasiones extraordinarias
y a las festividades, sino que puede convertirse en distracción de cualquier momento.
Con esto pierde también la poesía los últimos restos de su carácter sagrado y se torna mera “ficción”, invención en la que
no es preciso creer para encontrar en ella un interés estético. (…) La lectura
regular hace que el oyente devoto se
convierta en un lector escéptico, pero, al mismo tiempo, en un conocedor
experimentado también. Y ahora, por vez primera, con la aparición de estos conocedores,
se convierte el círculo de oyentes y lectores en una especie de público literario.
La sed de lectura de este público trae consigo, entre otros, también el fenómeno de la efímera literatura de moda,
cuyo primer ejemplo es la novela amorosa cortesana.
Frente al recitado y la declamación, la
lectura requiere una técnica narrativa completamente nueva: exige y permite el
uso de nuevos efectos hasta ahora completamente desconocidos. Por lo común, la
obra poética destinada al canto o al recitado sigue, en cuanto a su
composición, el principio de la mera yuxtaposición: se compone de cantos,
episodios y, estrofas aislados, más o menos completos en sí mismos. El recitado
puede interrumpirse casi por cualquier parte, y el efecto del conjunto no sufre
apenas daño esencial si se pasan por alto algunas de las partes integrantes. La
unidad de tales obras no reside en su composición, sino en la coherencia de la
visión del mundo y del sentido de la vida que preside todas sus partes. Así está
construido también el Cantar de Roldán. Chrétien
deTroyes, en cambio, emplea especiales efectos de tensión, dilaciones,
digresiones y sorpresas, que resultan no de las partes aisladas de la obra,
sino de la relación de estas partes entre sí, de su sucesión y contraposición.
El poeta de las novelas cortesanas de amor y aventuras sigue este método no
sólo porque, como se ha dicho, tiene que habérselas con un público más difícil
que el del poeta del Cantar de Roldán,
sino también porque escribe para lectores y no para oyentes, y, en consecuencia,
puede y debe lograr efectos en los que los qué no cabía pensar cuando se trataba de
un recitado oral necesariamente breve y con frecuencia interrumpido
arbitrariamente. La literatura moderna comienza con estas novelas destinadas a
la lectura; esto no sólo porque ellas son las primeras historias románticas
amorosas de Occidente, las primeras obras épicas en las cuales el amor desaloja
todo lo demás, el lirismo lo inunda todo y la sensibilidad del poeta es el
único criterio de calidad estética, sino porque, parafraseando un conocido
concepto de la dramaturgia, son los primeros récits bien faits.
Pág. 270- 271. Historia social de la literatura y el arte I. Arnold Hauser.