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DESEO SEXUAL SIN EMOCIÓN

 

Sexo sí, pero compromiso no: ¿por qué vamos más rápido en el plano físico que en el emocional?

Los datos del portal bodas.net aseguran que diciembre es el mes en el que más pedidas de matrimonio tienen lugar en todo el planeta. En 1990, con una tasa de nupcialidad del 5,64% , en España las mujeres de media se casaban con 25,6 años y los hombres con 27,8 años. En cambio, en 2019, antes de la pandemia (las bodas se complicaron un poquito en ese periodo) la tasa de nupcialidad era de 3,51‰ , siendo la edad media de las mujeres a la hora de decidir casarse de 34,9 y de los hombres de 37,2. Las estadísticas no dejan lugar a duda: cada vez nos cuesta más formalizar una relación.

Es obvio señalar que uno de los factores que más ha afectado en este retraso es el económico, principalmente el no tener acceso a un trabajo digno y, por ende, a una vivienda en la que iniciar un proyecto de vida.  Pero también cabe reflexionar sobre si nos cuesta más dar el paso.

De hecho, precisamente el Libro Blanco de las Bodas  también señalaba se dan el ‘Sí, quiero’ cuando llevan entre 4 y 9 años de noviazgo. Aunque hay muchas maneras de formalizar una relación, irnos a vivir juntos y presentarle a la nueva pareja a nuestra familia es también algo que tendemos a retrasar cada vez cuesta más.

El estudio La gestión de la intimidad en la sociedad de la información y el conocimiento. Parejas y rupturas en la España actual (GESTIM-BBVA-2018)’  argumenta a este respecto que “los procesos de emparejamiento se alargan cada vez más durante todo el ciclo vital con una mayor aceptación de la pluralidad; las nuevas tecnologías contribuyen a ampliar los mercados de emparejamientos y los nuevos valores a acentuar esta tendencia, dando lugar a una amplia diversidad de relaciones afectivo-sexuales que afectan a los proyectos estables de pareja”.

Como ejemplo de esto, en España también empiezan a proliferar otros tipos de parejas, como es el caso del modelo Living Apart Together (LAT),  que básicamente se trata de tener una relación de pareja, aunque no se comparta convivencia. Un juntos, pero no revueltos de toda la vida. Según los datos disponibles al respecto, en nuestro país en torno al 8% de las mujeres tiene pareja y no convive con ella, frente al 14,7% de parejas LAT de Francia, o el 11,8% de Alemania, pero por encima de otros países como Rumanía (4,6%).

Sobre este nuevo paradigma reflexionaba en su redes la sexóloga Ana Lombardía en un vídeo en el que explicaba la incoherencia de tener confianza para realizar sexo oral con alguien, pero no para introducirlo en tu círculo social o tener muestras de afecto en público. Es decir, el llamado fenómeno pocketing, cuando tu pareja no quiere incluirte en su vida social.

Tal y como explica la experta a S Moda, “este desfase entre lo emocional y lo físico se está dando porque pretendemos protegernos a nivel emocional, y lo hacemos olvidándonos que lo físico también va unido y que son dos cosas que no se pueden separar”. La sexóloga también aporta que, en este nuevo entorno más individualista, muchas personas no están listas para el compromiso y responsabilidad que implica tener una relación.  Por eso, “buscan la forma de seguirse vinculando y disfrutando de las relaciones humanas, pero eludiendo la responsabilidad afectiva”.

¿Y se trata de un cambio a mejor? La realidad es que las consultas de psicología parecen mostrar lo contrario. “Cada vez vienen más personas a la consulta aquejadas de las dificultades para crear conexiones reales, dolidas tras una temporada de citas Tinder o angustiadas por las pocas expectativas de encontrar pareja”, añade Lombardía.

Sexo sin amor, pero no sin emoción

El quid de la cuestión para Ana Lombardía es que hemos malentendido la idea de sexo sin amor. “Tenemos la idea de que el sexo es sólo sexo pero, aunque no haya amor como tal, sí hay más cosas: intimidad, cariño, vínculo, buen rollo… y eso conlleva cuidados para que salga bien”.

Sobre esta cuestión reflexiona también el sexólogo Alberto Álamo. “Las redes sociales han creado todo un conglomerado de códigos de comunicación nuevos. Y esto, cómo no, se extrapola a la comunicación relacionada con las vinculaciones (y desvinculaciones, ojo) emocionales, afectivas y eróticas”.

Está claro que ha cambiado la forma de desvincularnos en lo emocional, pero quizás falte ahondar un poco más sobre sí ha cambiado la forma de relacionarnos en lo sexual. “La erótica está dejando de ser un tabú, y quizá haya personas que transcriban el mensaje de forma diferente”, lo que puede llevar a todo tipo de interpretaciones. O incluso de malinterpretaciones. “Si se apela únicamente a lo funcional del placer erótico y se deja fuera de la ecuación el plano más emocional, dejaríamos de cuidarnos mientras mantenemos relaciones, dejaríamos de interesarnos por el otro o la otra… En definitiva, se ‘robotizarían’ nuestras relaciones sexuales”.

Romper tabús sexuales y estar abierto a nuevas experiencias por su puesto tiene su punto positivo. El problema está más bien en ese desfase de las diferentes esferas que marcan una relación, bien sea en un compromiso más estable o en una relación más ocasional, en la que no deja de haber intimidad. “El hecho de que una parcela de nuestra vida esté muy desarrollada y que otras lo estén muy poco suele terminar con algún malestar. Si una persona va muy rápido a nivel de vivir experiencias eróticas con otra persona, pero luego no es capaz de identificar lo que le molesta o le da miedo a esa persona, el devenir de ese vínculo no parece que sea muy optimista”, apunta Álamo.

En estos casos, según Ana Lombardía, “es muy importante explicar a estas personas las dinámicas que se están produciendo a día de hoy en el mundo de las citas, para que entiendan que es un problema estructural (y no individual de ellos/as). Desde luego, “también ayuda entender cómo funciona Tinder y las dinámicas que genera”.

Aunque en líneas generales, el mejor remedio para los tiempos de amor líquido es pisar un poco la tierra, y no pasar tanto tiempo en el mundo virtual, donde la responsabilidad afectiva cada vez brilla más por su ausencia. “Es recomendable fomentar los contactos orgánicos en contextos orgánicos, en los que conocernos en persona, con un entorno y un contexto concreto, pues eso promueve la naturalidad en las interacciones y la responsabilidad en el trato”, deja la sexóloga como último consejo.

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¿Cómo reconocer mi deseo sexual?

CONSENTIR SIN DESEAR 

Me decía un amigo que, como hombre, la idea del consentimiento le resulta ofensiva. Al fin y al cabo consentir es dejarte hacer, permitir que alguien te use para satisfacerse. Al utilizar este concepto para referirnos a las relaciones sexuales desaparece lo principal: el deseo. Siendo como son este tipo de actividades encuentros íntimos en los que el objetivo principal es gozar mutuamente el uno del otro, puede que aplicarle el verbo consentir no sea la mejor de las ideas. Nadie tendría que follar si no lo desea, si no le apetece, si no quiere hacerlo con el solicitante, así que lo mínimo para meternos en este tipo de harinas sería el deseo, un deseo real y consciente. Y si en un momento dado, por la razón que sea, el mismo motor que nos llevó al otro se para sin más o ya no nos empuja lo suficiente, deberíamos frenar la actividad sin sentirnos mal por la frustración que podemos provocar en el compañero. Sentirnos obligadas a cumplir en lo sexual no es nada aconsejable.

Pero una cosa es lo que debería ser y otra muy distinta cómo son las cosas en realidad. Los datos arrojan espeluznantes cifras de agresiones sexuales, en menores cometidas por menores. Las víctimas son cada vez más jóvenes, las primeras agresiones ocurren ya a los 13 años. A esta edad lo único que se puede es “no consentir” porque raramente se tiene madurez suficiente para entender el propio deseo, lo que apetece y lo que no y cómo parar cuando deja de apetecer algo. Por eso es urgente una educación que transmita no solamente el funcionamiento biológico de estos mamíferos llamados humanos, sino una ética del comportamiento sexual basada en nuestra condición de personas. Una condición compleja que en la intimidad de la desnudez ante el otro expone todo aquello que forma parte de nosotros: la animalidad del cuerpo deseante aparejado a los códigos culturales junto con los rasgos individuales y de personalidad que nos hacen únicos. Si desde pequeños nos enseñan a comportarnos en la mesa, en clase, en un equipo, etc. ¿Por qué no damos ninguna información a nuestros hijos sobre lo que está bien y lo que está mal en el terreno de la sexualidad?

La norma principal y más importante no sería, en este caso, “haz lo que te apetezca si el otro te lo consienta”, sino “haz lo que quieras asegurándote siempre de que el otro también lo desea”.

Autora: NAJAT EL HACHMI

Publicaco el 11 de noviembre del 2022.