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museoconsumo

Esta proliferación de obras de arte como signos identificables es parte del proceso general de abstracción y desmaterialización del valor en el capitalismo contemporáneo. En la esfera del museo barroco-financiero las obras no son consideradas por su capacidad para cuestionar los modos habituales de percibir y conocer, sino más bien por su intercambiabilidad sin fin. El arte se intercambia por signos y dinero no por experiencia o subjetividad. Aquí el signo consumible, su valor económico y mediático, se emancipa de la obra de arte, la posee, la vacía, la devora y, por decirlo con Benjamín, la destruye. Este es un museo en el que el arte como significante disidente, el espacio público y el público como agente crítico han muerto. Dejemos de llamarlo museo y llamémoslo necromuseo. Un archivo de destrucción de nuestra historia global.

Si queremos salvar el museo quizás tengamos que paradójicamente, elegir la ruina pública frente a la rentabilidad privada. Y si no es posible, entonces quizás haya llegado el momento de ocupar colectivamente el museo, vaciarlo de deuda y hacer barricadas de sentido. Apagar las luces para que, sin posibilidad alguna de espectáculo, el museo pueda empezar a funcionar como un parlamento de otra sensibilidad.



De la página 147,del libro Un apartamento en Urano. Paul B. Preciado. Editorial Anagrama.

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